jueves, 4 de junio de 2009

La vergonzosa historia de la OEA ...Parte 2

El 18 de marzo de 1959, a solo dos meses y medio de la victoria popular del Primero de Enero, el nuevo Embajador de Cuba ante la Organización de Estados Americanos (OEA), Raúl Roa García, exponía la posición que iba a definir en lo adelante la relación entre la triunfante Revolución y el organismo hemisférico: [...] En largos años no se había erguido y escuchado la voz genuina de Cuba en el Consejo de la OEA. [...] No resulta ocioso recordarlo por lo que tiene de novedad histórica y de obvio estímulo a los pueblos todavía oprimidos. El derrocamiento de una tiranía mediante la acción armada no es un suceso insólito en nuestra América; sí lo es, en cambio, la que derribó la de Fulgencio Batista en Cuba.
Esta posición cubana partía del conocimiento de su liderazgo revolucionario sobre la ya para entonces breve y triste historia de la OEA, al servicio de Estados Unidos, que desde enero de 1959 había diseñado un plan para utilizar a la organización en contra de la Revolución y de nuestro pueblo. Hasta ese momento, ningún mecanismo multilateral o regional había infringido o tratado de infringir más daño a un país que el de la OEA a Cuba.
La denominada "cuestión cubana" ocupó un lugar prioritario en la agenda de la OEA y, de conformidad con los intereses de Estados Unidos, comenzó a sentar las bases para el aislamiento político-diplomático de Cuba y la activación del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), para intentar "legitimar" una agresión militar directa contra Cuba.
En agosto de 1959, los Gobiernos de Brasil, Chile, Estados Unidos y Perú, solicitaron la convocatoria de una Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores para abordar la situación en el Caribe. La Revolución había promulgado la Primera Ley de Reforma Agraria, eliminando los grandes latifundios, entre ellos los de la United Fruit, en la que tenían intereses económicos los hermanos Allan Dulles, Secretario de Estado, y Foster Dulles, jefe de la CIA.
La V Reunión de Consulta, en Santiago de Chile, no adoptó ningún documento condenando a nuestro país, pero creó el "marco conceptual" que serviría a los propósitos de la política yanki contra nuestra nación; estableció la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, y la Comisión Interamericana de Paz recibió nuevas facultades, lo cual formaba parte de la estrategia de creación o perfeccionamiento de herramientas que serían claves en la aplicación de directrices yankis contra Cuba en el seno de la OEA.
Las reuniones se sucedían unas tras otras y Roa, prevenido de los objetivos de esas citas sobre el Caribe, declaró, primero en Washington: El Gobierno de Cuba está convencido que todas esas acusaciones lo que pretenden es crearle a Cuba un ambiente internacional hostil, y organizar en Cuba una conjura internacional de tipo intervencionista, a los efectos de interferir, obstaculizar o malograr el desarrollo de la Revolución cubana. Remataba luego en San José sus palabras con una acusación reveladora: Si de hacer justicia se trata, debería sancionarse, conjuntamente, a Trujillo y al gobierno de Estados Unidos.

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