Junto a las posibilidades de fraudes electorales, como piedra en el camino de Barack Obama, muy mencionados por estos días, hay un tema que casi ha tenido la categoría de tabú durante toda la campaña electoral, el racismo. No pocos han hecho como el avestruz, esconder la cabeza para no ver el peligro, y ahí se incluyen ambos candidatos, quienes al menos coincidieron en descartar la influencia de ese sentimiento maligno el Día E.
Sin embargo, reconocieron lo que es obvio: «Hay racismo en Estados Unidos. Todos lo sabemos porque no podemos dejar de luchar en contra de eso», dijo McCain, «pero estoy totalmente convencido de que el 99,4 por ciento de los estadounidenses tomará una decisión sobre lo que es mejor para dirigir el país», aunque admitió que una «minúscula minoría» podría votar tomando en cuenta el color de la piel del candidato.
Obama, por su parte, ante el arresto de dos jóvenes racistas en Tennessee que planeaban su asesinato y el de decenas de niños negros, comentó a un canal local: «Lo más impresionante de esta campaña es el grado en que ese tipo de grupos de odio han sido marginados. Eso no es Estados Unidos. Ese no es nuestro futuro»... «Lo que he encontrado con la gente aquí, es que no les importa el color que tengas. Lo que tratan de saber es quién puede "resolver" mejor la situación».
Si esta apreciación resultara correcta, Estados Unidos no vería repetirse el llamado «efecto Bradley», por lo acontecido en California hace una veintena de años cuando el entonces alcalde de Los Angeles, Tom Bradley aspiró a la gobernación estadual, aventajaba por diez puntos a su rival en los sondeos de intenciones de voto y cuando se contaron los sufragios, el día de la verdad, simplemente perdió por apenas un punto porcentual.
Pero hay una realidad mayor que prejuicios y colores, la economía de Estados Unidos está signando el estado de ánimo de los norteamericanos. Es la gran preocupación de blancos, latinos, negros o de cualquier etnia, y podríamos decir lo mismo de las clases sociales o escalón en que se encuentren en la escala de los ingresos.
Justo el Departamento de Comercio ha dado su reporte del trimestre julio-septiembre: la economía se contrajo porque los consumidores han reducido sus gastos en la mayor proporción en 28 años, y es para tener en cuenta porque ellos aportan dos tercios de la actividad económica es-tadounidense, por tanto, reportaba AP, es «el último indicio de que el país ha entrado en recesión».
Ahí destacan la contracción en las inmobiliarias o mercado de la vivienda, el crédito y la crisis financiera, un poco opacada ahora por el barullo del show electoral, pero implacable en sus consecuencias. Por supuesto, los datos del Departamento del Trabajo también traen nubarrones para la ciudadanía: 479 000 nuevos reclamos de beneficios por seguro de desempleo en la semana, y eso significa que hay un gran apuro económico.
El enorme fardo de la herencia que le deja Bush, el hijo, a cualquiera que asuma como presidente 44 de Estados Unidos, está en la maltratada economía y el déficit presupuestario récord del que debe culparse a una política dedicada a quitarle impuestos a los más ricos y despilfarrar las arcas del país en dos guerrar injustas y perdidas, Iraq y Afganistán.
Tan deteriorada es la situación, considerada la peor crisis financiera del país en 70 años, que quienes tienen mirada de ajedrecista, es decir vislumbran muchas jugadas adelante, aseguran que quien agarre ahora la Casa Blanca nunca tendrá la oportunidad de reelegirse... Algo así como quien gana, pierde.