Justo el 11 de septiembre del 2001, cuando se desplomaban las torres gemelas en Nueva York, se promulgó la Carta Democrática Interamericana, la más reciente y solapada maniobra yanki contra Cuba en la OEA, la cual estableció las reglas que estaban obligados a seguir los países para ser miembros del bloque hemisférico. Antes no se podía ser marxista-leninista; ahora había que adoptar como requisito la democracia representativa burguesa y el "Dios Mercado". En el fondo, se promovía, de forma similar, la exclusión de nuestro país.
Pero la Revolución ingresó al siglo XXI vencedora del más largo y cruento asedio que pueblo alguno ha conocido en la historia de la humanidad. Es un símbolo de que los poderes imperiales no son omnímodos ni eternos. La nobleza y voluntad de nuestro pueblo es reconocida en todo el planeta. La OEA había fracasado rotundamente.
Cuba tiene fluidas relaciones diplomáticas con todas las naciones del hemisferio y fue aclamada en el Grupo de Río, porque ningún pueblo del continente nos excluyó jamás. Nuestro país no se asustó, no claudicó, no cambió un ápice su decisión soberana, no negoció su libertad, su independencia y su libre determinación. No es una posición de ultranza, es un principio, y fue fijado por Raúl Roa en agosto de 1959 al decir: [...] La Revolución Cubana no está a la derecha ni a la izquierda de nadie: está al frente de todos, con posición propia e inconfundible. No es tercera, ni cuarta, ni quinta posición. Es nuestra propia posición.
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Hace 6 meses
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