martes, 26 de junio de 2007

La muerte de Vilma Espín Guillois

La muerte de Vilma Espín Guillois, incansable luchadora por la emancipación de la mujer y la defensa de los derechos de la niñez, vistió de luto al país desde que fue anunciada el pasado 18 de junio.

Heroína de la clandestinidad, formada con el ejemplo de uno de los grandes de nuestra Patria, Frank País, fue protagonista de muchos hechos históricos que dieron paso al Triunfo Revolucionario.

Su quehacer en la dirección de la Federación de Mujeres Cubanas, constituye una revolución dentro de la Revolución, haciendo de la mujer un ente imprescindible en el desarrollo social y económico del país, eliminando toda discriminación que por generaciones ha acompañado al sexo femenino. Fruto de su batalla permanente, las mujeres cubanas son paradigmas para el mundo, donde aún son víctimas de maltratos, aislamiento social y son convertidas en mercancía. Hoy, existe en Cuba, la mujer dirigente, la empresaria, la deportista, la obrera, la científica, y el papel de Vilma para elevar al mundo nuestro ejemplo, ha sido indispensable.

Para el pueblo cubano, Vilma es una de las inquebrantables mujeres que a lo largo de nuestra historia, se han levantado sobre los impedimentos sociales y han luchado por sus ideales y principios a la par de los más valerosos. Ha sido la Mariana de los mambises, que entrega sus hijos a la Patria, la Celia, la combatiente destacada del Ejército Rebelde, la cubana revolucionaria que defiende sus derechos y se engrandece ante la lucha por el mejoramiento y aporte a la sociedad.

Hemos de forjar la grandeza de Vilma en cada mujer que hoy estudia, que sana, que trabaja, que defiende a su país desde el desarrollo intelectual y cultural y que de llegar el momento, como las heroínas de la Patria, han de tomar un fusil en sus manos para emprender la lucha por la libertad agredida.

Como dijera Fidel, "¡Viva Vilma!", viva Vilma en cada cubana de hoy, en cada cubana de mañana...
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Intentos de asesinar a Fidel fueron ordenados por la Casa Blanca

Por órdenes de la Casa Blanca, la Agencia Central de Inteligencia intentó asesinar al presidente Fidel Castro y a otras personalidades y líderes extranjeros. Lo que ya se presumía y denunciaba será corroborado en documentos que desclasificarán desde la próxima semana.

Cientos de documentos secretos de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA) sobre su accionar entre 1953 y 1973 serán desclasificados a partir del lunes con pruebas de los planes de asesinato.

"La mayor parte de ellos (los documentos) son poco favorecedores", reconoció el director de la CIA, Michael Hayden.

La desclasificación y publicación de los documentos podría brindar nuevos detalles de actividades ilegales de la agencia en torno a sucesos como la guerra de Vietnam o el escándalo de Watergate.

El mismo día del anuncio, en la página de Internet de su Archivo de Seguridad Nacional, la Universidad George Washington publicó documentos de enero de 1975 en los que el entonces director de la CIA, William Colby, habla de los intentos de asesinato de Fidel Castro, informó BBC.

En un discurso frente a un grupo de historiadores que han presionado en Estados Unidos por una mayor divulgación de los textos clasificados de la Agencia, Hayden describió los documentos como las "joyas de familia" y como "un vistazo a una época muy diferente y a una muy diferente agencia".

Sin embargo, lo que se respira en el entorno de la Casa Blanca, sus escándalos, guerras preventivas, la orden de capturar "vivo o muerto" en nombre de la lucha antiterrorista, no parece ser muy distinto al historial anterior de la CIA.
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Una mujer en nuestra Ilíada

Mi más temprano recuerdo de Vilma Espín está asociado a una tarde de mi escuela primaria en Sancti Spíritus, una de las primeras villas fundadas por los españoles en Cuba, que a no ser porque en 1977 se hizo una nueva división político administrativa de la Isla, seguiría siendo una suerte de aldea de Bernarda Alba y no la capital de la provincia que hoy es. Allí, como en todas partes de mi país en la década de los años 70, las historias de la Sierra Maestra y de la lucha clandestina en La Habana y Santiago contra la tiranía de Batista eran nuestra Ilíada y la maestra nos las contaba por iniciativa propia como si las estuviera viviendo otra vez.

Un día llevó una foto de una mujer bellísima, vestida de guerrillera y sonriendo a la cámara. La había arrancado de una revista, creo. Clavó la imagen en la pizarra y nos habló de esta muchacha que antes del triunfo de la Revolución llegaría a ser jefa del Movimiento 26 de Julio en todo Oriente, se había enamorado en la Sierra Maestra de Raúl Castro y era en ese momento la presidenta de la Federación de Mujeres Cubanas, organización particularmente querida en los pueblecitos rurales de Cuba porque significaba círculos infantiles -a los que yo asistí-, empleos, leyes de protección familiar y las escuelas para campesinas Ana Betancourt, que llegaron a graduar cada año a 10 000 mujeres -entre las que se encontraban casi todas las de mi familia-, por primera vez tenidas en cuenta institucionalmente en un país de visceral tradición machista.

No logro recordar ahora todos los detalles de las palabras de mi maestra Juana Morera. Sin embargo, jamás olvidé la anécdota en la que Vilma, buscada con saña por los esbirros de la dictadura batistiana, se salvó de una emboscada en plena ciudad de Santiago de Cuba. La casa donde estaba escondida fue identificada y cuando ya los policías registraban el lugar, ella saltó al tejado de la casa contigua, en camisón de dormir y con el pelo suelto, que entonces le llegaba hasta la cintura. El techo era a dos aguas y como su figura iba emergiendo lentamente ante la visión de una señora que estaba tendiendo ropa en el patio, esta creyó que era la mismísima Virgen María quien estaba apareciendo ante sus ojos. La mujer se arrodilló y empezó a gritar: «¡Milagro! ¡Milagro!». En la confusión, Vilma escapó.

Por supuesto, a medida que fui creciendo, Vilma me resultó cada vez más familiar y milagrosa. Y utilizo esta última palabra con alevosía, porque en el camino íbamos descubriendo que la Federación de Mujeres Cubanas defendía y ejecutaba un proyecto de dignidad para la mujer sin enfrentarla socialmente al hombre, sino educándolo, y a la par luchaba a brazo partido por erradicar todo vestigio de discriminación. Fue ella la primera que le habló al país acerca de la igualdad de género y, en particular, de los derechos de los homosexuales y de los transexuales a una vida plena, a contracorriente de una especie de marxismo victoriano que se mezcló en la Isla con la plaga autóctona del machismo e hizo sufrir a no poca gente.

La primera vez que conversé con ella, frente a frente, fue a principios de los años 90, a raíz de un reportaje que yo había publicado en Juventud Rebelde acerca de la prostitución en Cuba, que reaparecía asociada al turismo, una de las principales fuentes de ingresos en divisas a las que acudió desesperadamente el país para atenuar la crisis económica. Con la caída del campo socialista y el oportunista recrudecimiento del bloqueo estadounidense en medio del llamado período especial, la «jinetera» se convirtió de la noche a la mañana en un producto de marketing en el mercado político, que supuestamente servía para demostrar el fracaso de la Revolución Cubana. Se sacaba una cuenta muy simple: si había reaparecido la prostituta -una figura casi desaparecida poco después de 1959, gracias a las medidas sociales-, el proyecto político había abortado.

Jamás olvidaré la conversación con Vilma. Me impresionó su dulzura y mientras le hablaba a esta periodista que prácticamente acababa de graduarse en la Universidad, no podía quitarme de la cabeza la imagen primera que tuve de ella en mi escuelita perdida en el centro de la Isla. Vilma me dio un consejo que para mí fue una lección de ética: «No olvides que las jineteras no son prostitutas a secas; son en todo caso nuestras prostitutas, y no hay que estigmatizarlas, porque se corre el riesgo de actuar contra la víctima, en vez de atacar el mal».

Entre las muchas personas que entrevisté para aquel reportaje que luego creció y terminó en un libro, se encontraba Alfonsina Benítez. Ella había sido una de las cien mil prostitutas que existían en Cuba en 1959, el país con la más alta tasa por habitantes probablemente del mundo -tenía entonces una población de 6 millones. Alfonsina, como muchas otras, se hizo enfermera gracias a los programas de la Federación de Mujeres Cubanas. Entre otras muchas cosas le pregunté qué era lo más importante que le había ocurrido en su vida. Me respondió sin titubear: «Todas las mujeres que yo conocí en los burdeles tenían un nombre falso, para no avergonzar a su familia. Lo más importante que me ha ocurrido en la vida es que recuperé mi nombre».

En el teatro Karl Marx de La Habana, reencontré a Alfonsina. Estaba entre la multitud que asistió a uno de los homenajes que se le hicieron a Vilma en todo el país apenas se conoció la noticia de su muerte. Alfonsina ni siquiera me vio cuando la saludé entre la gente. Lloraba como una criatura.
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viernes, 15 de junio de 2007

Ernesto Che Guevara y Antonio Maceo

Quiso la historia que estas dos figuras nacieran un 14 de junio. El amor a la Patria inculcado por Mariana, hizo que su hijo Antonio se incorporara a los 23 años de edad a las tropas mambisas. Su valentía, destreza, bravura y liderazgo lo convirtieron en uno de los oficiales insurrectos más respetados por los cubanos y temidos por las tropas españolas. En Baraguá no dejo caer la bandera de la libertad cuando muchos oficiales no tenían fe en la guerra. Tuvo razón Martí cuando opinó que Maceo tenía tanta fuerza en la mente como en el brazo. Ernesto nació en Argentina 83 años después que viera la luz Maceo. De chico le llamaban Che y ese seudónimo le inmortalizó. Graduado de medicina recorrió junto a su amigo Alberto Granados distintos pueblos de Latinoamérica, conociendo los males del continente y solidarizándose con los más necesitados. No se conformó con luchar junto a Fidel en la Sierra Maestra hasta el Triunfo de la Revolución; renunció a todas sus responsabilidades como ministro y siguió el camino de sus sueños. Desde niños queremos ser como el Che, queremos ser más que estudiosos, responsables, trabajadores, revolucionarios y sobre todo, fieles a nuestros ideales y aspiraciones. Y también queremos ser como Maceo, un hombre con cualidades similares, con un sentir patriótico inmenso que, estando en Costa Rica y otros países cumpliendo el exilio, lo impulsaba a hablar emocionado sobre la independencia de Cuba. Aspiramos a convertirnos en jóvenes con cualidades similares a las del Che y Maceo. Nuestra juventud, que gana en solidaridad, internacionalismo y compromiso con la Revolución, es fiel a los ideales de estas dos figuras históricas. El mejor homenaje que le podemos rendir al Che, figura insigne de la juventud cubana y las juventudes progresistas de izquierda de distintos países, y a Maceo, el Titán de Bronce, fiel exponente de nuestras tradiciones de lucha, ambos ejemplo para sus compañeros, amigos y familiares, es seguir superándonos intelectualmente, prepararnos para el futuro, ser fieles a sus ideales, a los de Martí, Fidel y defender, por encima de cualquier interés, esta magnífica obra que es la Revolución.
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