jueves, 26 de agosto de 2010

El origen del orden y el nacimiento de los orichas (III)


En nuestra entrega anterior sugerimos que la expresión “el agua apagó el fuego” encierra el secreto de la creación. Debimos haber escrito: casi lo encierra. Casi, porque no hay cosmos construido allí donde falta el hombre, clave auténtica de la creación. Ya Pedro Arango había concluido su historia con una aseveración apendicular: “Obatalá fue creada por obra y gracia del Señor Olofi. “Creada”, escribe, pues según la representación general, Obatalá es andrógino, o “se desdobla como hembra y como macho”, según se expresa el santero Raúl.  Aunque, en opinión de la mayoría de los informantes, el Obatalá de la creación es padre. Hijo de Olofi y padre de los restantes orichas.
No es éste el lugar para incursionar en la apasionante figura de Obatalá, héroe legendario del pueblo Igbó, considerado entre los yorubas -según informa Heriberto Feraudy Espino- como deidad suprema, o como “imagen y símbolo de Olodumare en la tierra”, y, entre muchos santeros cubanos, como oricha equiparable con Olofi por su jerarquía y poder.

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El origen del orden y el nacimiento de los orichas (II)

Particular atención merece la versión sobre el origen del cosmos que nos ofrece el “enciclopédico Celestino Gaytán” a través del estilo refinado de Lydia Cabrera.
Cuando Olodumare, Dios Todopoderoso, andaba por este planeta sólo había en él fuego (e imitaba el fragor de un incendio), fuego y rocas ardiendo.
Olodumare decidió entonces que la tierra existiera, con sus montañas, sus valles, sus sabanas. El vapor candente de las llamas que se había acumulado en el espacio, Olodumare lo convirtió en nubes. En las partes del roquerío donde el fuego había sido más violento, quedaron, al apagarse éste, unos huecos enormes y muy hondos. En el más profundo nació Olokun, el océano. Olokun, la Yemayá más vieja - Yemayá masculino-, raíz, Orisón de las demás, pues Yemayá es una y a la vez siete (…)
Así, continuaba, se cumplió la voluntad de Dios, y al extenderse el mar y salir las estrellas y la luna de su vientre, éste fue el primer paso de la creación del mundo.
El fuego del planeta, la gran llamarada que ardía en sus entrañas de roca, era Agayú-Oricha muy temido y venerado antaño por los viejos lucumí- “parido por un volcán”, y cuyas profundidades (misterios) no todos conocían ya en Cuba, pero que es “el que resplandece arriba en el firmamento y nos alumbra el día”. Omí lokun apá iná, el agua apaga el fuego, las cenizas formaron con el agua el cuerpo de la tierra, y después de Agayú nació Orichaoko, el dios de las cosechas, el Labrador; pero al pudrirse las cenizas y volverse fango, nació de las miasmas del cenegal (ofán), Babaluayé, el dueño de las epidemias.

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El origen del orden y el nacimiento de los Orichas (I)


Sobre el nacimiento de los “santos africanos” nos llegan varias versiones esencialmente idénticas de un mismo relato mítico. La primera, con la firma de Pedro Arango, babalao autorizado, reza como sigue:
“En África como en todos los lugares tienen su creencia fundada en lo original e histórico. Se dice que antiguamente antes de cristo andaba en este mundo y cuando eso no había ni árboles ni ríos, ni mares sino llamas, candelas y fogajes. Esto sucedió por muchos siglos y como consecuencia de este vapor producido por las llamas se acumularon muchos gases formando nubes que no se mantenían en el espacio y todo por voluntad de Olofi. Entonces esas nubes errantes cargadas de agua se descargaron sobre las llamas en la parte que más intenso era el fogaje, y como era tanta el peso de esas aguas se abrió la tierra esta se fue hundiendo formando grandes charcos que son conocidos hoy por océanos y como es donde nacen todos los Yemayases, desde Olokun hasta Okutí. Después de esas llamas se fueron acumulando hasta que se convirtió en lo que hoy llamamos Sol, nacen Aggayú.

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