miércoles, 10 de diciembre de 2008

El Tratado de Paris

El 10 de diciembre de 1898 los comisionados españoles y estadounidenses firmaron el denominado Tratado de Paz entre Estados Unidos y España con el que se ponía fin, de manera oficial, al estado de guerra entre ambos países, que había tenido su inicio cuando el gobierno norteamericano intervino militarmente en la contienda que los cubanos sostenían contra el régimen colonial español.

Con el acto de la firma concluía un proceso de negociaciones diplomáticas comenzado mucho antes. Más que un convenio el mencionado Tratado era un dikta del vencedor. En efecto, las hostilidades entre ambos adversarios no se habían suspendido por un simple "alto el fuego" sino cuando el gobierno de Madrid aceptó un conjunto de exigencias norteamericanas que, firmadas el 12 de agosto de 1898, condicionaron las negociaciones del Tratado de Paz definitivo en las cuales, por acuerdo entre españoles y estadounidenses quedó excluida cualquier representación de los patriotas cubanos y filipinos.

El gobierno de Washington no quería ninguna interferencia en sus planes imperialistas y el de Madrid se plegaba a sus designios. Desde la primera reunión de la Conferencia de Paz, la delegación estadounidense dio a conocer su posición inflexible respecto a la ocupación de Cuba y la cesión de Puerto Rico. La representación española dirigió entonces sus esfuerzos a traspasar a Estados Unidos, junto a la soberanía sobre Cuba, la denominada "deuda cubana" (obligaciones financieras que el gobierno español había suscrito con particulares para financiar la administración colonial de Cuba, lo que incluía los gastos de guerra) que ascendía a la suma de 456 millones de dólares. Esa propuesta fue rechazada rotundamente por la parte norteamericana.

El siguiente problema planteado fue el destino de las Filipinas. El protocolo del armisticio firmado el 12 de agosto había aplazado la decisión sobre el futuro del archipiélago hasta la firma del Tratado de Paz. El 31 de octubre la delegación estadounidense dio a conocer que reclamaba la totalidad del conjunto insular. La alternativa era la reanudación de las hostilidades. Los veinte millones de dólares ofrecidos como compensación permitieron "salvar la cara" de los representantes de Madrid. Las peticiones españolas relativas a opción de nacionalidad, reconocimiento de contratos y obligaciones y designación de una comisión internacional que investigara el hundimiento del acorazado Maine fueron rechazadas de plano.

De esa manera, el primer artículo del documento expresó la renuncia de España a todo derecho de soberanía y propiedad sobre Cuba, que pasaría a ser ocupada por los Estados Unidos; de acuerdo al artículo segundo cedió la isla de Puerto Rico y las demás bajo su jurisdicción en las Antillas, y la de Guam en el Océano Pacífico; y por el tercero España traspasó a Estados Unidos a las Islas Filipinas, a cambio de los 20 millones de dólares ya mencionados.

Así fue como quedó marcado el porvenir de nuestros países y pueblos que tendrían que seguir luchando por su independencia y soberanía. Puerto Rico, ciento diez años después, sigue siendo una colonia estadounidense; Filipinas no vería reconocida su independencia sino en 1946.

En cuanto a Cuba, el Tratado de París echaba por tierra el sacrificio de su pueblo, durante 30 años de cruenta guerra que llevó aparejada la inmolación de varias decenas de miles de patriotas y la destrucción de gran parte de sus riquezas materiales. Un conjunto de factores condujo poco después a Estados Unidos al establecimiento en Cuba del modelo de dominación neocolonial y los vicios consecuentes a la administración foránea. La "república" salida de la ocupación norteamericana sancionada por el Tratado de París fue convertida en un protectorado.

Muchos años de lucha y sacrificio costaría a nuestro pueblo librarse para siempre de aquella ignominia.





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