Caminar por las angostas calles del Cementerio de Santa Ifigenia, en la oriental provincia de Santiago de Cuba es percibir a cada paso un abrazo con el pasado. Allí podemos observar los monumentos a José Martí, Carlos Manuel de Céspedes, los mártires del asalto al Cuartel Moncada y muchos más.
Pero uno de los lugares más sencillos y emotivos que encierra dicha necrópolis es la tumba de quien fueran Jefe Nacional de Acción y Sabotaje del Movimiento 26 de julio, Frank País García.
Este joven que no contaba aún con 23 años —al caer abatido bajo las balas de la tiranía, junto a su compañero de luchas Raúl Pujol Arencibia, el 30 de julio de 1957—, dejó una estela incomparable, incluso su muerte es trascendental para los cubanos.
Si bien es cierto que dentro de la Historia de Cuba hay días que han pasado a ser significativos por su alto contenido de patriotismo, días en los que coinciden aniversarios importantes, no hay uno cargado de tanta tristeza, y a la vez tanta evocación y recuerdo como el 30 de julio: Día de los Mártires de la Revolución Cubana.
Y es que la corta vida de Frank País García, estaba destina a ser historia, desde su mismo nacimiento aquel 7 de diciembre de 1934. Toda la trayectoria del joven santiaguero merece un minucioso análisis, desde su época estudiantil y más tarde su graduación como maestro, profesión que también ejerció.
Por sus cualidades, Fidel lo nombró Jefe de Acción y Sabotaje a nivel nacional del Movimiento 26 de Julio. Fue brillante organizador de la lucha clandestina.
Frank y Raúl fueron acribillados a balazos por las hordas batistianas como consecuencia de una delación y su sepelio fue una majestuosa manifestación de duelo del pueblo santiaguero.
Pero desgraciadamente no fueron solamente ellos los únicos mártires del 30 de julio. Muchos años antes, en 1896, cayó en combate en Quivicàn, territorio habanero, el general del Ejército Libertador Juan Bruno Zayas Alfonso. Este médico de profesión, había nacido el 8 de junio de 1867 en el Cerro, La Habana y contaba al morir con 29 años de edad, siendo entonces el general más joven de las huestes mambisas.
En abril de 1895 se alzó en armas al frente de un grupo de patriotas y combatió al mando del Mayor General Serafín Sánchez, luego ocupó la jefatura de una Brigada para realizar la invasión de Oriente hacia Occidente. Para entonces, su jefe era el Generalísimo Máximo Gómez Báez. El 22 de enero de 1896, entró a Mantua, Pinar del Río, al frente de la vanguardia de la Columna Invasora. Su corta vida le dio tiempo para escalar un sitial honroso en la historia patria.
Pero la caprichosa Historia no se conformó con los mártires ya mencionados. Exactamente un año después de la caída de Frank —el 30 de julio de 1958—, ofrendaba su vida en combate el Comandante del Ejército Rebelde René Ramos Latour (Daniel) quien había sustituido al jefe clandestino en la jefatura nacional de Acción y Sabotaje del M-26-7.
Tenía 25 años de edad cuando cayó en El Jobal, Sierra Maestra; mientras comandaba una columna guerrillera que hacía frente a las fuerzas de la tiranía en plena ofensiva sobre las posiciones rebeldes. Había nacido el 12 de mayo de 1933.
Ya alcanzado el tan añorado triunfo, otro 30 de julio, este el de 1967, perdía su vida en combate otro revolucionario cubano: el capitán José María Martínez Tamayo (Papi). Su caída se produjo en Bolivia, cuando formaba parte de la guerrilla internacionalista del Comandante Ernesto Che Guevara.
Nacido el 30 de marzo de 1936. De familia humilde y trabajador del campo, fue combatiente del II Frente Oriental Frank País, durante la guerra revolucionaria y tercero al mando en la guerrilla del Che en El Congo, desde donde partió hacia Bolivia, siendo el primero en llegar a ese país para la preparación de la nueva gesta.
El Che lo calificó como un extraordinario combatiente y sobre su muerte dijo que era otra pérdida sensible por su calidad.
El combatiente internacionalista Leonardo Tamayo, en entrevista concedida a la periodista Elsa Blaker describe los últimos momentos del héroe: “Preguntó por su hermano. (…) Ambos hermanos se unieron en la playa del río. René puso la cabeza de Papi sobre sus piernas. Papi se quitó el reloj y se lo entregó diciéndole que se lo diera a Jorgito, su hijo mayor, «Ayúdalo porque es fuerte con la abuela», le pidió.”
“A René le dijo: Mi hermano, que Fernando —nombre que tenía el Che en ese momento— nunca tenga que llamarte la atención y si te toca caer, hazlo como los hombres, combatiendo.”
Es por estos hombres que en igual día, pero de diferentes años, derramaron su sangre redentora, que se decide, desde 1959, conmemorar en esta fecha, el Día de los Mártires de la Revolución Cubana, para honrar a todos los que ofrendaron su vida por la Patria en la última gesta revolucionaria, continuidad de los que se lanzaron al campo del honor en el 68 y el 95.
Frank País García, Raúl Pujol Arencibia, Juan Bruno Zayas, René Ramos Latour y José María Martínez Tamayo, marcaron un día para la historia y su sangre es el mejor legado para las nuevas generaciones, las cuales, junto al pueblo todo, cada 30 de julio sintetiza en ese día el perenne tributo de recordación y respeto a los mártires de la Patria.