viernes, 16 de julio de 2010

Análisis de orina para diagnosticar el Autismo

Según una nueva investigación, el perfil químico de la orina de los niños con autismo es diferente al de los no autistas. Esto podría permitir diagnosticar la enfermedad antes de la manifestación de otros indicios de la misma en el desarrollo del niño.
Los autores del estudio, del Imperial College de Londres y la Universidad del Sur de Australia, sugieren que los resultados de esta investigación podrían acabar haciendo posible que un simple análisis de orina permitiera determinar si un niño padece o no de autismo.
El autismo afecta a un porcentaje estimado en una de entre cada cien personas, al menos en el caso de la población británica. Las personas con autismo presentan síntomas variados, pero es muy común que experimenten problemas con las habilidades sociales y de comunicación. Entre estos problemas cabe citar, por ejemplo, su dificultad para entender las emociones de otras personas, para conversar, e incluso para mirar a alguien a los ojos.
También se sabe que las personas con autismo tienden a padecer trastornos gastrointestinales y a albergar en sus intestinos una población bacteriana bastante diferente a la que poseen las personas no autistas.
La investigación actual demuestra que es posible distinguir entre los niños autistas y los que no lo son, mediante un análisis de los productos químicos presentes en la orina que son liberados por las bacterias intestinales y los procesos metabólicos del cuerpo.

La «huella dactilar» metabólica, presente en la orina y distintiva del autismo, que ha sido identificada en este nuevo estudio, podría formar la base de una prueba no invasiva capaz de ayudar al diagnóstico precoz del autismo. Esto permitiría a los niños autistas recibir la asistencia adecuada, como por ejemplo terapia conductual avanzada, más temprano en su desarrollo de lo que es actualmente posible.
Hoy en día, para determinar si un niño es o no autista, hay que seguir un largo proceso que incluye un conjunto de pruebas que exploran la interacción social del niño y sus habilidades de comunicación e imaginación. La intervención temprana puede mejorar mucho el progreso de estos niños, pero actualmente es difícil establecer un diagnóstico firme cuando los niños están por debajo de los 18 meses de edad, pese a que es muy probable que los cambios propios del autismo puedan surgir mucho antes de que alcancen esa edad.
El equipo de Jeremy Nicholson (Imperial College de Londres) cree que su hallazgo sobre el perfil peculiar de la comunidad bacteriana en los intestinos de los niños autistas también podría ayudar a los científicos a desarrollar tratamientos para los problemas gastrointestinales de las personas autistas.

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