miércoles, 25 de febrero de 2009

Cultura mambisa y revolución (I)

Desde la madre revolución del 68

El clarín del 10 de octubre de 1868 convocó a miles de cubanos de diversos orígenes sociales. Muchos profesionales, escritores y poetas se incorporaron de inmediato. Desde los inicios y hasta el final de la insurrección compusieron ensayos, testimonios, cuentos, poemas, himnos y leyes a favor de una educación popular. Renombrados poetas fueron Luis Betancourt, Antonio Lorda, Carlos Manuel de Céspedes, Eduardo Machado, Miguel Gerónimo Gutiérrez y Juan Clemente Zenea. Sus versos, escritos con profundo patriotismo, desbordaron las ansias de libertad de los combatientes. Años más tarde, en 1893, Serafín Sánchez compiló una parte importante de aquellos poemas en el poemario Los poetas de la Guerra que, a su vez, contó con el prólogo de un genio literario: José Martí. Otros escritores como Ignacio Agramonte, Máximo Gómez, Fernando Figueredo, Rafael Morales, Enrique Collazo, Ramón Roa, Manuel Sanguily, Enrique Piñeyro, Manuel de la Cruz y el propio Martí, llenaron decenas de páginas narrando sus experiencias, sucesos, anécdotas y plasmando interpretaciones que dieron luz a la llamada literatura de campaña. Esta piedra angular de la cultura del 68 estructuró el legado escrito del ideario sociopolítico de la contienda.

La composición musical se privilegió con los aportes de Eduardo Agramonte, Perucho Figueredo y Antonio Hurtado del Valle. El segundo nos entregó la letra y música del Himno de Bayamo (1867-68), hoy nuestro Himno nacional; y Hurtado del Valle la letra del Himno de Las Villas (1874). Sus músicas y textos hicieron del combate el espíritu y sentimiento de un pueblo. Varios periódicos dieron cuenta de una prensa seriada en nombre tales como El Cubano Libre, La Estrella solitaria, La Revolución y La República, entre otros.

El gobierno revolucionario —Cámara de Representantes— también hizo de la cultura una bandera. La Ley de Instrucción Pública del 31 de agosto de 1869 concibió la educación masiva de todos los ciudadanos de la República en Armas a través de un sistema de educación primaria. Los dirigentes civiles estimaron que la lectura y la escritura resultaban necesarias para edificar la cultura revolucionaria, superadora de la sociedad esclavista. Sin lugar a duda, el Decreto de abolición de la esclavitud (27 de diciembre de 1870) fue el escalón mayor de la cultura del 68.

Todas estas creaciones ahondaron la ideología de la revolución. La cultura del 68, generada dentro y fuera de los campos insurrectos, legitimó un futuro independiente por conquistar.

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