Ciertas preguntas aparentemente fáciles sobre el prócer desconciertan: ¿Cuántas hermanas tuvo? ¿Cuándo murieron sus progenitores? ¿Qué fue de la vida de su hijo?
Si algún personaje tendría que ser conocido en Cuba, de la A a la Z, ese es precisamente el Héroe Nacional de Cuba y Apóstol de la Independencia. Ninguna interrogante sobre su existencia y su legado debería encogernos de hombros.
Pero la realidad es roca innegable. Tal vez suceda así porque a fuerza de repetir la evocación año tras año, lo hemos ido dibujando con el mismo pincel: nació en la calle de Paula, escribió La Edad de Oro, luchó por Cuba y murió en Dos Ríos.
Por eso debemos indagar más por el ser humano; ese que tuvo desavenencias con la esposa amantísima, recibió cartas difíciles de la madre o gimió por tres de sus hermanas muertas en flor.
¿Por qué no llegamos más al Martí familiar? ¿Por qué no acudimos a la persona carnal, capaz de guardarse para siempre en el corazón sangrante un secreto inmenso sobre alguno de los suyos?
Si lo hiciéramos podríamos responder tranquila y orgullosamente las preguntas del principio. Y pudiéramos entender el gran dilema del Maestro, ese que lo hace todavía más grande y grave: renunciar a sus ideas para darle calor a la familia, o continuar batallando por la patria desde la terrible lejanía del hogar.
De vez en cuando deberíamos mirar la vida doméstica de esta persona de carne y hueso para aquilatar y ponderar mejor al mártir.
1 comentario:
Interesante la vida de este personaje, blogs como este nos permiten ampliar nuestra cultura.
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