En el libro Descamisado, Enrrique Acevedo cuenta como el Che dio un ejemplo difícil de olvidar cuando un día en que se repartió una lata de leche por hombre, el de suministro dejó alrededor de cinco o seis latas sobrantes guardadas en una esquina. El ojo sagaz del jefe de la columna lo detectó y preguntó qué era aquello. El gran camaján le contestó con una sonrisa perruna:
- Jefe, esto es una pequeña reservita para la comandancia o para lo que usted diga.
Con una elegante patada del Che las latas cayeron dispersas por el suelo:
- Mira, guataca, dale y reparte ahora aunque sea a una cucharada. Que esto no suceda más.
Acostumbrados ya a ese trato tan justo, era difícil comprender el régimen que existía en este campamento.
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