lunes, 20 de abril de 2009

La cumbre de Trinidad y Tobago

La quinta cumbre de las Américas se acaba de celebrar en Trinidad y Tobago en un inusual ambiente de cordialidad. Nada que ver con el encuentro de hace cuatro años en Argentina, en el que el estadounidense George W. Bush y el venezolano Hugo Chávez polarizaron las rencillas ancestrales entre el país más rico del continente y los de habla latina. El cambio principal tiene nombre propio: Barack Obama. El nuevo presidente de Estados Unidos ha aprovechado el encuentro para redefinir la posición de su país y proponer un nuevo esquema de cooperación.

La cumbre de Trinidad y Tobago venía precedida de varios gestos de buena voluntad realizados por la hiperactiva administración Obama. El más reciente, la supresión de los límites a los viajes y las remesas que los estadounidenses pueden enviar a Cuba, con la que pretende dar el primer paso hacia una todavía lejana normalización de relaciones entre vecinos. Y, no con menor importancia, la afirmación realizada durante la cumbre del G-20 de Londres, dando por amortizado el llamado Consenso de Washington. Una retahíla de reglas macroeconómicas que suenan como mentar a la bicha entre la mayoría de los ciudadanos de la región, escarmentados al saber que, pese a todo, las recesiones se empeñan en repetirse.

En esta ocasión, la mayoría de los países latinoamericanos habían hecho los deberes económicos, con monedas estables, bancos centrales independientes y situaciones fiscales relativamente sanas. El origen de la peor crisis global desde la Segunda Guerra Mundial fue esta vez la mayor potencia económica del planeta: Estados Unidos. El estallido de la burbuja inmobiliaria ha secado el crédito en todo el mundo y ha acabado por afectar a los países emergentes, entre los que se cuenta todo el territorio al sur del Río Bravo. Quizá como compensación a esa culpa, Obama anunció en la primera jornada de la cumbre que su país destinará 140 millones de dólares (unos 108 millones de euros) a un nuevo fondo para el desarrollo latinoamericano.

La apuesta escenificada en Trinidad y Tobago se resume en una frase: que sea el punto de partida para una nueva era de relaciones continentales 'en la que no hay socios pequeños y socios grandes, sino socios en igualdad de condiciones'. El portavoz de la Casa Blanca, Robert Gibbs, recordó el movimiento sobre viajes y remesas afirmando que 'la pelota está ahora del lado de Cuba'.

Los principales socios del ALBA no han firmado la declaración porque no condena el embargo sobre Cuba. Uno de ellos, Ecuador, presentó ayer una propuesta para recomprar, con una rebaja del 70%, bonos de su deuda exterior cuya contratación considera que fue 'ilegítima'.

Movimientos innovadores o pintorescos no van a faltar, pero la nueva postura de EE UU dificultará en el futuro el fuego cruzado con balas de demagogia. Asunto no menor, cuando el grueso de la región pasará por las urnas en el próximo año y medio.

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