domingo, 16 de noviembre de 2008

La Invasión a Granada en 1984




Fragmeto del Capítulo El valor de los principios del libro La paz en Colombia, de Fidel Castro

Desde principios de la década de 1950, la pequeña isla de Granada, próxima a las costas de Venezuela, estaba gobernada despóticamente, con el empleo de grupos armados, por un hombre de Estados Unidos, designado por la metrópoli británica
como Primer Ministro. Como país caribeño de habla inglesa, no teníamos contactos políticos con su población.
De forma absolutamente espontánea, jóvenes revolucionarios, inspirados en el marxismo-leninismo y el ejemplo de Cuba, desataron una revolución y asumieron el poder el 13 de marzo de 1979.
Maurice Bishop, líder del partido Nueva Joya, la organización revolucionaria que dirigió la conquista del poder en Granada, acudió a nuestro país en busca de apoyo. Se trataba de una nación pequeña y con limitados recursos. La isla tenía 344,5 kilómetros cuadrados y alrededor de 100 mil habitantes. La población era veinte
veces menor que la de la vecina Jamaica. Con pocos recursos podíamos hacer mucho por aquellos valientes caribeños.
Aunque no disponíamos todavía de la actual fuerza médica,enviamos la suficiente para impulsar programas de salud, así como personal calificado en distintas áreas, proyectistas, constructores, etcétera, para apoyar su progreso económico y social. En total sumaban 784 los cubanos que cooperaban con Granada cuando se produjo la invasión yanqui. Ya entonces más de 30 mil cubanos colaboraban en Angola y otros países de África.
En Granada el turismo era la fuente principal de ingresos en divisas; pero dependía solo de los barcos que visitaban su puerto en Saint George’s. Carecía de aeropuerto. Enviamos constructores y equipos para construir una excelente y adecuada pista que pudiera recibir los grandes aviones de las aerolíneas internacionales.
Destinamos a ese fin 60 millones de dólares, equivalentes a 600 dólares por habitante, que era como invertir en Cuba 6 mil millones de dólares en infraestructura turística. Las edificaciones del aeropuerto se aseguraban con crédito en divisas de un tercer país. Todo sería propiedad de Granada. Adicionalmente, se donaban productos cubanos equivalentes a otros 50 dólares por habitante. Su desarrollo estaba asegurado.
Reagan seguía al pie de la letra el programa ultraderechista de Santa Fe I, aprobado en 1980. La guerra sucia en Nicaragua, inspirada en su doctrina, costó alrededor de 50 mil vidas y desgastó el movimiento sandinista. Las leyes norteamericanas fueron violadas por el propio Presidente de Estados Unidos: el tráfico de drogas fue
promovido para financiar esa guerra contrarrevolucionaria.
Con el propósito de combatir a los revolucionarios salvadoreños, Estados Unidos invirtió 3 mil millones de dólares, una moneda cuyo poder adquisitivo era en ese momento muy superior al actual.

En Las Malvinas, Reagan apoyó la fuerza expedicionaria de la Thatcher que desalojó a las tropas argentinas que habían ocupado aquel territorio, en una guerra mal concebida y peor ejecutada por quienes terminaron poniéndose a los pies del imperio. Muchos jóvenes soldados, marinos y pilotos argentinos fueron sacrificados.
Amparándose en esa doctrina, más tarde Bush padre invadiría a Panamá, donde practicó una carnicería.
En la pequeña Granada, nuestros colaboradores estaban conscientes de los peligros que corrían frente a la ofensiva contrarrevolucionaria de Reagan. La situación era, sin embargo, muy delicada.
Como expliqué al pueblo entonces, a raíz de la invasión yanqui, aplicábamos allí el mismo principio que practicábamos con todos los movimientos revolucionarios: respeto absoluto por su política, sus criterios y sus decisiones. Emitir puntos de vista sobre cualquier tema únicamente si se nos solicitaba.
En noviembre de 1983, en el acto de despedida de duelo a los héroes caídos en la hermana isla caribeña, expresé:
“El Gobierno de Estados Unidos despreciaba a Granada y odiaba a Bishop. Quería destruir el proceso y el ejemplo de Granada; había incluso preparado planes militares
para invadir la isla, como denunció Bishop hace casi dos años, pero no encontraba pretextos [...].
”Bishop no era un extremista, aunque sí un verdadero revolucionario, consciente y honesto. Lejos de estar nosotros en desacuerdo con su política inteligente y realista, la veíamos con plenas simpatías, porque se adaptaba rigurosamente a las condiciones concretas y las posibilidades de su país. Granada se había convertido en un verdadero símbolo de independencia y de progreso en el Caribe [...].
”De las propias filas revolucionarias surgieron hienas. Nadie puede asegurar hoy todavía si quienes clavaron el puñal del divisionismo y el enfrentamiento interno, lo hicieron de ‘motu proprio’ o inspirados y alentados por el imperialismo. Es algo que, o lo hizo la CIA, o de lo contrario no habría podido hacerlo más perfecto. Lo cierto es que se usaron argumentos presuntamente revolucionarios, invocando los principios más puros del marxismo-leninismo e imputando a Bishop la práctica del culto a la personalidad y de apartarse de las normas y métodos leninistas de conducción [...].
”Nada más absurdo a nuestro juicio que atribuir a Bishop tales tendencias. Era imposible imaginar a nadie más noble, modesto y desinteresado. Su culpa no fue jamás
el autoritarismo, y si algo se le quisiera imputar como un defecto, fue su exceso de tolerancia y de confianza [...].
”Según nuestro criterio, objetivamente el grupo de Coard hundió la Revolución y abrió las puertas a la agresión imperialista. Sean cuales fuesen sus intenciones, el atroz asesinato de Bishop y sus compañeros más fieles y allegados constituye un hecho que jamás podrá justificarse ni en esa ni en ninguna otra revolución. Como expresó la Declaración del Partido y el Gobierno de Cuba el 20 de octubre, ‘ningún crimen puede ser cometido en nombre de la revolución y la libertad’.
”Bishop, a pesar de sus vínculos estrechos y familiares con la Dirección de nuestro Partido, jamás dijo una sola palabra sobre las disensiones internas que se desarrollaban. Por el contrario, en su última conversación con nosotros, se expresó en términos autocríticos sobre su trabajo en relación con la atención que debía brindar a las fuerzas armadas y a las organizaciones de masas.
”Toda la Dirección de nuestro Partido y nuestro Estado compartió con él largas, fraternales y amistosas horas en la noche del 7 de octubre, antes de su partida de regreso a Granada.
”El grupo de Coard nunca tuvo con nosotros tales relaciones, ni tal intimidad, ni tal confianza. Es más, ni siquiera sabíamos que ese grupo existía [...]. Nuestros constructores y demás colaboradores en Granada, que no vacilaron en enfrentarse a los soldados yanquis, con las armas que el propio Bishop les había entregado para su defensa en caso de agresión exterior, podían haber sido un factor decisivo en los acontecimientos internos. Jamás se supusoy jamás habríamos aceptado que esas armas se
utilizasen en conflictos internos de Granada, y nunca habíamos estado dispuestos a derramar con ellas una sola gota de sangre granadina.
”El 12 de octubre Bishop es destituido por el Comité Central,en el que los conspiradores habían alcanzado una mayoría. El 13 es arrestado en su domicilio. El 19 el pueblo se subleva y liberta a Bishop. Ese mismo día, el grupo de Coard ordena al ejército disparar contra el pueblo y son asesinados Bishop, Whiteman, Jacqueline Creft y otros valiosos dirigentes revolucionarios [...].
”El mensaje enviado por la Dirección del Partido cubano al grupo de Coard el 15 de octubre, en el que expresábamos nuestra profunda preocupación por las consecuencias
tanto internas como externas de la división surgida, y nuestra apelación al sentido común, la serenidad, la sabiduría y generosidad de los revolucionarios. Esta referencia a la generosidad era una apelación a que no se usase la violencia contra Bishop y sus seguidores [...].
”La prensa nacional e internacional ha publicado nuestra enérgica condena a los hechos del 19 de octubre, día en que Bishop fue asesinado. La verdad es que nuestras
relaciones con el fugaz gobierno de Austin donde el verdadero jefe era Coard, fueron frías y tensas, de modo tal que en el momento de la criminal agresión yanki no existió la más mínima coordinación entre el ejército granadino y los constructores y colaboradores cubanos.
”Se han publicado los puntos esenciales de los mensajes enviados a nuestra Embajada en Granada entre el 12 y el 25 de octubre, día en que se produce la invasión.
Esos documentos quedarán para la historia como prueba irrecusable de nuestra limpia posición de principios con relación a Granada [...].
”Búsquese en la historia del movimiento revolucionario, y se verá más de una vez la conexión entre el imperialismo y quienes asumen posiciones aparentemente extremistas
de izquierda. Pol Pot y Ieng Sary, genocidas de Kampuchea [...]”.
“Nuestras relaciones con los nuevos dirigentes de Granada debían ser sometidas a un profundo análisis, como se anunció en la Declaración del Partido y el Gobierno
de Cuba el 20 de octubre. ”Expresábamos en ella también que, por una elemental
consideración al pueblo de Granada, no nos precipitaríamos en ‘dar ningún paso relacionado con la colaboración técnica y económica que pueda afectar servicios
esenciales e intereses económicos vitales para el pueblo de Granada’. No podíamos resignarnos a la idea de dejar sin médicos a los granadinos, ni dejar sin terminar
el aeropuerto, que era vital para la economía del país.
Con toda seguridad, a la terminación de esa obra nuestros constructores se retirarían de Granada, y las armas entregadas por Bishop serían devueltas al gobierno.
”Era posible, incluso, que nuestras pésimas relaciones con el nuevo gobierno determinaran la necesidad de marcharnos mucho antes.
”Lo que colocó a Cuba en una situación moralmente compleja y difícil, fue el anuncio de que fuerzas navales yankis avanzaban hacia Granada. En esas condiciones, nosotros
bajo ningún concepto podíamos abandonar el país.
Si el imperialismo tenía realmente intenciones de atacar a Granada, nuestro deber era permanecer allí.
”Retirarse en ese momento era un deshonor y podía incluso estimular la agresión, ahora en ese país y mañana en Cuba. Los acontecimientos se sucedieron, además,
con tan increíble rapidez, que si se hubiese considerado la evacuación, no habría habido tiempo de realizarla.
”Pero en Granada el gobierno era moralmente indefendible, y el país, donde se había producido un divorcio del Partido, el Gobierno y el Ejército con el pueblo, era también militarmente indefendible, porque una guerra revolucionaria solo es posible y justificable en unión con el pueblo. Por tanto, solo podíamos combatir si éramos
directamente atacados. No había otra alternativa. No obstante, debe señalarse que, a pesar de esas circunstancias adversas, un número de soldados granadinos murió
combatiendo heroicamente contra los invasores [...].
”Mil lecciones de marxismo no podrían enseñarnos mejor la entraña sucia, pérfida y agresiva del imperialismo, que la agresión desatada contra Granada al amanecer
del 25 de octubre y su conducta ulterior [...]”.
“Para justificar la invasión de Granada y sus actos posteriores, el Gobierno de Estados Unidos y sus voceros dijeron 19 mentiras, 13 de las cuales fueron afirmadas personalmente por Reagan”.
Una por una las enumeré todas cuando despedí el duelo de los caídos. Una de esas mentiras planteaba que “los estudiantes norteamericanos corrían el peligro de ser tomados como rehenes”.

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