Después del embate los sobrevientes de la catástrofe quedaron atrapados en la furia del mar y no fue hasta el día 10 que llegó el primer tren de ayuda que los trasladó hacia Camagüey.
El 13 del mismo mes arribó al poblado una representación del Gobierno y de los órganos de prensa nacional y extranjera. Entre ellos viajaba Nicolás Guillén, el Poeta Nacional de Cuba, quien relató que, «el área de la población era un amasijo impresionante, en el que se confundían los objetos más disímiles entre sí».
Las causas del desastre podrán atribuirse a muchos factores, pero no cabe duda de que la despreocupación y la falta de previsión de las autoridades del país y de la provincia no podrán ser perdonados ni por la historia, ni por los muertos, algunos de los cuales, como las telefonistas, se convirtieron en mártires por permanecer en sus puestos, pidiendo ayuda.
Podrán entonces Paloma y el Ciclón del 32 coincidir en fecha y quizá en trayectoria, pero nunca en el dolor con el que se lo recuerda hoy en Camagüey.
Baste con mencionar que, al cierre de esta información, las zonas bajas del municipio de Santa Cruz del Sur, proclives a penetraciones del mar, se encontraban evacuadas. Más de 5 000 habitantes se encuentran en albergues camagüeyanos y, justamente concluyendo estas líneas, un tren de pasajeros transportaba desde esa localidad 1 200 personas hacia los centros de evacuación provincial.
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