Precisamente cuando este 14 de junio festejemos el aniversario 80 del natalicio de Ernesto Guevara de la Serna, tendremos una oportunidad para acudir a sus enseñanzas. En correspondencia, vale la pena que quienes nos empeñamos en construir una sociedad divorciada del Capitalismo, en cualquier latitud, al menos repasemos dos de sus obras.
Un buen referente es su pequeño-magistral escrito titulado El cuadro, columna vertebral de la Revolución, el cual fue publicado en la Revista Cuba Socialista, en septiembre 1962, y actualmente además se encuentra en www.inep.org. Allí, el Comandante Che Guevara se pregunta: “¿qué es un cuadro ?”, es decir un dirigente revolucionario, y responde:
“Debemos decir que, un cuadro es un individuo que ha alcanzado el suficiente desarrollo político como para poder interpretar las grandes directivas emanadas del poder central, hacerlas suyas y transmitirlas como orientación a la masa, percibiendo además las manifestaciones que ésta haga de sus deseos y sus motivaciones más íntimas […]”.
También, el Guerrillero Heroico considera que el cuadro debe poseer disciplina ideológica y administrativa, estar dispuesto siempre a afrontar cualquier debate y a responder hasta con su vida de la buena marcha de la Revolución; amén de ser un creador, un dirigente de alta estatura, un técnico de buen nivel político que puede, razonando dialécticamente, llevar adelante su sector de producción o desarrollar a la masa desde su puesto político de dirección. Es decir que el cuadro ha de ser un ejemplo viviente y cotidiano.
Esta lección nos conduce a otras enseñanzas guevarianas, entre ellas las que están relacionadas con su escrito Contra el burocratismo, el que fue publicado originalmente de igual forma en la Revista Cuba Socialista, en febrero de 1963 -a él se puede acceder hoy a través de www.cheguevara.com.ar.
Al respecto, llama la atención que para el Comandante Che Guevara el burocratismo no es un componente inherente al Socialismo, sino más bien un resultado vinculado a la inexperiencia, un elemento que objetivamente deja su impronta en el trabajo cotidiano debido a tres razones fundamentales -según su propia consideración:
1ra razón.- la falta de motor interno: o sea, la carencia de interés del individuo por rendir su servicio al Estado y por superar una situación dada, traducido en una falta de conciencia revolucionaria o, en todo caso, en el conformismo frente a lo que anda mal. He aquí un mayúsculo peligro.
2da razón.- la falta de organización: es decir que el burocratismo genera cuellos de botella , freno innecesario al flujo de las informaciones de las bases y de las instrucciones emanadas de los aparatos centrales, las que a veces toman rumbos extraviados y, otras, se traducen en indicaciones mal vertidas, contribuyendo a más distorsión. He aquí otro mayúsculo peligro.
3ra razón.- la falta de conocimientos técnicos suficientemente desarrollados como para poder tomar decisiones justas y en poco tiempo: esto se traduce en que las discusiones suelen volverse interminables, y después de una, dos, unas cuantas reuniones, el problema sigue vigente hasta que se resuelva por sí solo o hay que tomar una resolución cualquiera, por mala que sea. He aquí una tragedia de incalculables consecuencias.
Entonces, resulta de utilidad extrema tener presente que desarrollar cuadros sea una tarea inaplazable, al tiempo que íntimamente ligado a ello se revele la capacidad de sacrificio, de demostrar con el propio ejemplo las verdades y consignas de la Revolución; y que podemos y debemos darle un puntapié a todo lo que se asocie al burocratismo, es decir a la corrupción, el formalismo, el papeleo, el peloteo, el reunionismo..., lo que deviene asunto de seguridad nacional. Al respecto, merece ser consultado el trabajo Una pelea contra el dragón de las cien cabezas (Juventud Rebelde, 18/5/08).
En suma, las enseñanzas del argentino-cubano Ernesto Guevara de la Serna constituyen sabia con la cual hemos de marchar hacia la creación del hombre del siglo XXI que él mismo vislumbró.